En el año 1939, la decisión de prohibir el
ingreso de películas americanas a Italia resultó un beneficio para su
industria. El autarquismo de la producción logró que dicho país sea el más
importante con respecto a la producción cinematográfica. En estos momentos, el
fascismo imperaba y desarrolló organismos institucionales formados por empresas
de distribución, producción y laboratorios. El cine fascista se caracterizó por
promover el cine de consumo con la siguiente temática: implementar en los
filmes una imagen optimista de la realidad. En la posguerra, un cambio se iba
evidenciando en algunos movimientos intelectuales.
Uno de ellos es el neorrealismo italiano, el
cual comprende los períodos de 1945 a 1949. El cine italiano de esta época se
caracteriza, sobre todo, por su adherencia a la realidad. La representación del
mundo “tal como es”, la temática de asuntos de la vida íntima o familiar desde
una mirada crítica social cruel pero ingeniosa, y el realismo llevado al
extremo tratado sensible y poéticamente habían sido cualidades menores hasta el
principio de la guerra.
Ladri di
biciclette (1948), aquí llamada “Ladrón de
bicicletas”, es considerada una película neorrealista del cine italiano, en
tanto sigue las características de aquellas reconocidas películas de los años
1946 y 1947, tales como Paisà (1946,
Roberto Rossellini); Roma, città aperta (1945,
Roberto Rossellini), entre otras. Entre estas propiedades pueden encontrarse:
el rodaje en escenarios naturales, es decir, la desaparición de la puesta en
escena, la participación de actores no profesionales, entre otras
características que van a ir desarrollándose a continuación.
La película fue dirigida por Vittorio De Sica
y sus actores principales fueron: Lamberto Maggiorani (Antonio Ricci) y Enzo
Staiola (Bruno Ricci). Dichos intérpretes responden a aquella característica
del neorrealismo de la ausencia de actores profesionales, brindando así la
naturalidad de las actuaciones. El director del filme a analizar se destaca por
la búsqueda de los intérpretes en función de diversos caracteres. Por no
profesionales se entiende la negación de este discurso cinematográfico a
rechazar la idea de “star”, la cual pretendía establecer una imagen previa del
actor, el cual siempre participaría de los mismos géneros cinematográficos
realizando papeles similares. Al rechazar este principio, el neorrealismo
italiano pretendía la utilización indiferente de profesionales o de actores
eventuales. Estos actores son elegidos por adecuación con el papel, en el caso
de De Sica, realizaba una gran cantidad de ensayos en donde comparaba la pureza
natural del rostro, la manera de caminar, entre otros caracteres que eran
importantes para poder formar la conformidad física y biográfica del personaje.
Ya con esta primera característica, es posible
demostrar que la película actúa como mero reflejo de la realidad de su época.
En la sociedad italiana de 1948 las clases sociales estaban claramente
divididas. La guerra no afecto la calidad de vida de las clases altas, pero la
clase obrera estaba inmersa en un panorama desolador conviviendo con la miseria
y la desocupación. La escena en la que Antonio y Bruno ingresan a un restaurant
y comen allí, con el juego de miradas entre el niño rico y Bruno denotan las
posiciones sociales, a las cuales se agrega el detalle de que el hijo del
obrero no sabe utilizar los cubiertos y come con la mano. El director De Sica,
como Cezare Zavattini, muestra la crisis del idealismo sostenido en el mito de
la solidaridad y la cohesión humana, observa la vida cotidiana y retrata la
tragedia de los seres humildes a partir de la crónica, escasamente
intelectualizada y alejada de cualquier forma de ortodoxia política.
Por otra parte, es importante destacar que
todos sitios filmados son reales. A lo largo de toda su duración, no hubo
escenas filmadas en algún estudio cinematográfico. La búsqueda realizada por el
padre y su hijo durante toda la película se lleva a cabo en las calles de Roma,
a pesar de que en diferentes momentos se ingresa dentro de otros lugares, como
un restaurante, casas, entre otros. Esta característica resulta de gran
importancia en el neorrealismo ya que permite generar en el espectador la
sensación de estar visualizando hechos reales. La luminosidad perfecta obtenida
por la mismísima naturaleza, ayudada por los ángulos y movimientos de cámara
(siguiendo constantemente a los personajes), hacen que la desaparición de la
puesta en escena logre una fuerte impresión de realidad. Este es el verdadero
objetivo que buscaba el director De Sica, transformar el arte cinematográfico
en ilusión de realidad.
Otra particularidad es la estructura del
relato. Primeramente, se presenta el personaje principal que adquiere,
finalmente, un trabajo cuyo requerimiento es la posesión de una bicicleta, la
cual Antonio Ricci no tiene. Luego de vender algunas de sus pertenencias, puede
comprar este medio de transporte, el cual tiene una gran importancia en las costumbres
urbanas italianas y en una época en las que estos objetos eran costosos y
limitados. En su primer día de trabajo, pegando carteles en las calles de Roma,
este objeto preciado le es robado y a partir de este momento, el protagonista
inicia la búsqueda de este elemento perdido junto a su pequeño hijo. Toda la
película sigue esta expedición, mostrando la realidad, la vida cotidiana de esa
época. Este relato está enfocado en las diferentes acciones que realiza el
protagonista, el cual intenta obtener ayuda de todos los medios disponibles.
Primero recurre a la policía y luego a sindicatos sin conseguir su objetivo. Luego,
realiza la búsqueda dentro de mercados negros e iglesias, lugares comúnmente
reflejados en el neorrealismo demostrando realidades sociales. Todo este
recorrido es atestiguado por su hijo Bruno, que mira atentamente a su padre
ante las tomas de decisiones del adulto y lo acompaña en todo momento. No
suceden grandes acontecimientos en la narración, sino que podemos observar
hechos que suelen ocurrir diariamente, como, por ejemplo, la caída de lluvia
repentina.
Por otro lado, podemos dar cuenta de otra
característica con respecto a los espacios utilizados. Esta es la topografía
romana que describe “Ladrón de bicicletas”, la cual no persigue una
verosimilitud geográfica, ya que a De Sica le interesa convertir el viaje en un
recorrido por las instituciones italianas deshumanizadas por la burocracia.
Toda la secuencia que se da dentro del espacio de la Iglesia es un claro
ejemplo de esto: en su acto de caridad, el vagabundo corrupto es amparado y
protegido por la institución eclesiástica. Además no solo las frases que van
diciendo en el rezo contrastan con la situación del hombre honesto sino que
además, algunos responsables de dicho establecimiento, impiden que Antonio siga
al vagabundo que tiene información sobre el ladrón. En cuanto a la institución
policial, siempre parece no cumplir su función de proteger a los que realmente
deberían, entran en el juego de la indiferencia y desunión social. Sin embargo,
al final de la película, cuando Antonio es atrapado al robar la bicicleta, el
dueño de la bicicleta no denuncia a Antonio mostrando un mínimo acto de
solidaridad.Escrito por Camila Mollica y Macarena Atauri.
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